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domingo, 24 de julio de 2011

El sabor de las emociones


Más de uno me estará ya asaltando con "eh, eso es un eslogan"; sí, pero un mundano eslogan me ha hecho reflexionar sobre eso, "el sabor de las emociones", porque toda emoción lleva inherente en cierta medida un sabor. Un sabor que asociamos a una emoción...
¿La felicidad a qué sabe? Sabe a besos fugaces, a besos a hurtadillas, furtivos, a mentirijillas piadosas para robar un rato más que poder pasar con él/ella. A sol por la ventana una mañana de verano, a una horchata a la fresca vespertina; a risas volátiles en el aire del atardecer entremezcladas con cervezas y charlas de lo divino y lo humano.
Sabe a ozono en esos días en los que diluvia y no asomas un pie de la cama; a café volcánico que resucita a un muerto; al calor de una estancia harto conocida y habitada; a interminables reuniones familiares que sabes que si no se hiciesen las echarías de menos.
Sabe a momentos en los que las circunstancias te desbordan y anegan tus ojos, a reencuentros con viejos amigos, a amores veraniegos forjados bajo fluorescentes, a voces que se diluyen en albas...

La ira sabe ferrosa en la boca, a adrenalina en la sangre de tus sienes, a nicotina en esquinas para paliarla, a menta que rumiamos con rabia, a salinidad de la impotencia, a la amargura de las palabras de las que nos arrepentimos y todo aquello que nos hace enfurecer y sumirnos en una neblina roja.

Creo que prefiero el primer sabor...

jueves, 7 de julio de 2011

Gafas




Hoy voy en el metro, no hay nada de particular en el mismo, tan sólo un día más en esta infinita sucesión de horas, minutos y segundos.
Pero hoy voy a desenfocar el mundo.
Me quitaré las gafas y dejaré que toda realidad no sea sino un borroso manchón en el que yo decido lo definible y lo que no; en la que no haya nada más real y perceptible que lo que mis yemas palpen y haya espacio para la imaginación de límites y barreras.
Conocer el contorno difuso de alguien y definirlo mediante sus palabras.
Hoy va a ser un día extraordinario.