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sábado, 14 de septiembre de 2013

Madrid

Madrid, Madrid, Madrid. Te dejo para quizá no volver.




Eres una amante exigente, un lugar en donde la vida es casi un milagro, sin apenas recursos naturales que la propiciaran. Eres una amante rebosante de vida y energía. Múltiples personas deambulan por tu superficie y tus kilométricas y motorizadas entrañas, pero muy pocas llegan a tu corazón. Personas que llegan y se van todos los días. Que van y vuelven a una determinada parte de tu anatomía, a veces, todos los días; a veces, tres días a la semana; a veces, una sola vez en el mes, el año o el trienio. Personas que se han visto crecer entre paseos a La mallorquina, visitas a los jardines de Sabatini, domingueos en el templo de Debod y noches de alcohol y desenfreno en los bajos de Argüelles, Malasaña, Hortaleza… Personas que han visto la libertad de amar y la valentía de los que se atrevieron a  hacerlo en Chueca en primer lugar y luego en el resto de la capital.
             Madrid, Madrid, Madrid, eres capital en todo y centro de los pecados capitales también. Eres capital del pecado de la lujuria, pecado que me hace insaciable devota de ti y tus calles, de ti y tu mezcolanza de aromas, idiomas, culturas y personas. Insaciable devota de tus calles bullentes de vida que no duermen nunca, de tus noches en blanco y de tus noches de música a tope hasta que retumba el cerebro. Insaciable devota de tus calles abarrotadas de mesas, sillas, cervezas, tapas, turistas y autóctonos que las pueblan zumbando y parloteando al ritmo que permite la gran ciudad.
           
Capital del pecado de la gula, me convierte en una insaciable devota del sabor de Madrid con mayúsculas: el café con leche del bar de siempre servido por el camarero de toda la vida; prototipo de camarero de camisa blanca, pantalón negro y algún que otro kilo de más. De los bocatas de calamares de la Plaza Mayor. De los churros con chocolate a horas más que intempestivas en San Ginés. De las napolitanas de chocolate de La mallorquina. De las aceitunas que te sirven de aperitivo. Del pincho de tortilla que, ocasionalmente, acompaña el café de media mañana. De las raciones de chopitos y de croquetas.
      Capital del pecado del orgullo, pues sus calles son en donde conocí la libertad de ser y ellas despertaron dicho sentir en mí.     
        Capital del pecado de la envidia, pues mucho se envidian sus habitantes entre sí, mucho envidian al mundo y muchos habitantes del mundo envidian a la ciudad.
        Capital del pecado de la pereza, pues el duro estío trae este pecado aparejado con cuarenta grados a la sombra y el asfalto semiderretido adhiriéndose a tus suelas.
       Capital del pecado de la ira, pues lo que algunos gobernantes hacen contigo, Madrid querido, clama al cielo. Capital del pecado de la ira también por ser objeto de las iras de nuestros compatriotas, al ser capital administrativa del Reino de España y sus desmanes económicos…

Y por último, capital del pecado de la soberbia, pues te yergues soberbia como todo buen españolito. Sin apenas nada, pero creyendo tenerlo casi todo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Septiembre

Septiembre con "S". 
Con ese de sangre, de sufrimiento, de soportar. De sol, de sudor, de "seguiré ahí". Con ese de salado, de sabor, de salario. 
Con "e" de esfuerzo, de emocionante, de emotivo. 
Con "pe" de patada, de prueba, de paz. 
Con "te" de trabajo, de tiempo, de tela. 
Con "i" de ilusión e ilusionante, de increíble, de incertidumbre. 
Con "e" de estudios, de emprendedor. 
Con "eme" de mierda, de martirio, de maravilla, de magia. 
Con "be" de borrachera, de bonito y batalla. 
Con "erre" de roca, de rachas y robos. 
Con "e" de EMPEÑO.



Pd. Estoy empezando a publicar mis propias fotos, ¡espero que me digáis que os parecen!

martes, 3 de septiembre de 2013

Don Juan

No más insatisfacciones.
           La soledad del Don Juan, el vacío interior y el vórtice espiritual. Los que atraen a mucha gente a su alrededor y cama se creen dioses... Pobres ilusos, pues sufren la peor condena de todas: la condena a la insatisfacción eterna. Nada les llena ni les basta, todo es vano y vacío, y sus semanas son solo sucesiones de días repletas de completos desconocidos en su cama. Compartiendo almohada con vaya usted a saber quién y un agujero negro retorciéndose sobre sí mismo en su pecho. Eterno vacío. Eterna insatisfacción y desazón por ello.


            Si lo hubieran probado, lo cambiarían todo. TODO por una pizca del amor del de verdad. El que hace que tiembles cuando piensas tan sólo en el hecho de ver a esa persona marcharse por una puerta... para no volver más. El que te hizo florecer aunque fuera efímeramente y luego te dejase marrón y arrugado. El que te dejó sin aliento la primera vez que oíste esas dos palabras que detienen el tiempo y el latir de los corazones.
             El que te hizo sentirte tan humano como se pueda ser y de cálido sentimiento te inundó.