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viernes, 15 de noviembre de 2013

Sincorazón (I)

Todo estaba lleno de flores. Recuerdo ese día como si fuera ayer. Nunca dejará de ser ayer para mí… hasta que ya no lo sea, quizá. Las lápidas reposaban en silenciosas hileras junto a chopos y cipreses que rompían el tremebundo silencio con el rumor de sus hojas. Había cientos de personas allí congregadas. No conocía a casi nadie, pero todos lloraban de manera más o menos disimulada. Éramos personas con el corazón encogido, con el alma sobrecogida del mal que yace en el ser humano. Había múltiples coronas de flores que rodeaban la fosa y el ataúd que esperaba a ser enterrado, a ser sepultado en el acogedor semiolvido.
Despedían a una mujer fuerte, que jamás puso una queja fuera de sitio; trabajadora, ya que nunca le faltó comida en la mesa a su niño; valiente, pues vivió de acuerdo a lo que era y no lo que se esperaba; amada, pues encontró a su alma gemela… y odiada por ser cómo era.
Una mujer lloraba desconsoladamente, sus hipidos rompían el silencio como el cristal y era el centro de todas las miradas, junto con un niño pequeño que aferraba su peluche con una mano y con la otra a su madre, haciendo pucheros al ataúd y a la gente que le rodeaba. Demasiado pequeño e ingenuo para conocer el alcance de todo aquello.
Nunca se lo perdonaría. Sabía que nunca se perdonaría el haber salido con vida y ella no. Cuando aquellos tres tipos empezaron a decir obscenidades y a manosearlas el trasero, no pensó que llegarían tan lejos. Repetiría en bucle en su cabeza esos segundos cruciales de angustia. Esos segundos en los que intentaron repeler sus manos como tentáculos, dispuestas a ablandar a los pulpos. Esos segundos en los que propinó un par de golpes, y luego el mundo se volvió negro. Volvió para no volver a verle nunca más.
Le encontraron dos días después amordazada en el maletero de un coche robado. La habían maniatado, violado y sometido a quién sabe qué vejaciones. Hasta que su cuerpo dijo basta, y la abandonaron para que muriera. Poco pudo hacer la policía o los paramédicos. Esos hijos de mala madre le habían arrancado la vida a ella y a su niño. Y le habían arrancado el corazón de cuajo. Ya no tenía corazón, pues iba en ese ataúd casi todo. El único pedacito restante pertenecía a esa personita que le aferraba la mano con sus deditos minúsculos. El pedacito que amaría hasta el fin de sus días.

¡Y sólo por ser quién era! Por encontrar a las personas equivocadas en el momento equivocado. Por no haber podido defenderla... Era tanto dolor, tanta impotencia, tanta rabia, tanto amor, tantísimo amor… Me estaba partiendo en dos.
¡¡¡PUTO MUNDO ABERRANTE, ELLA NO TE HIZO NADA, DEBISTE LLEvarme a mí…!!! ¡Debiste llevarme a mí! ¡debiste llevarme a mí, maldita sea!. Las palabras salían de mí en un torrente imparable de ira ciega y dolor. ¡MIERDA PUTA! ¡JODER! ¡SON ESOS MALNACIDOS LOS QUE DEBERÍAN ESTAR BAJO TIERRA Y NO TÚ!... ¿Por qué?... ¿¡por qué…!?.  Las lágrimas no me dejaban ver la cara de terror del niño que me aferraba, ni las manos que me sujetaban para que no me cayera al suelo. No podía con eso. No, no, no, no. ¿Cómo no iba a volver a verla nunca? Tenía un niño que cuidar, no me podía dejar sola, volvería en cualquier momento, seguro.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Fraseos rápidos n.º 5

                                                          Nacemos como morimos.
                                                      Ciegos, inválidos y dependientes.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Madrid

Madrid, Madrid, Madrid. Te dejo para quizá no volver.




Eres una amante exigente, un lugar en donde la vida es casi un milagro, sin apenas recursos naturales que la propiciaran. Eres una amante rebosante de vida y energía. Múltiples personas deambulan por tu superficie y tus kilométricas y motorizadas entrañas, pero muy pocas llegan a tu corazón. Personas que llegan y se van todos los días. Que van y vuelven a una determinada parte de tu anatomía, a veces, todos los días; a veces, tres días a la semana; a veces, una sola vez en el mes, el año o el trienio. Personas que se han visto crecer entre paseos a La mallorquina, visitas a los jardines de Sabatini, domingueos en el templo de Debod y noches de alcohol y desenfreno en los bajos de Argüelles, Malasaña, Hortaleza… Personas que han visto la libertad de amar y la valentía de los que se atrevieron a  hacerlo en Chueca en primer lugar y luego en el resto de la capital.
             Madrid, Madrid, Madrid, eres capital en todo y centro de los pecados capitales también. Eres capital del pecado de la lujuria, pecado que me hace insaciable devota de ti y tus calles, de ti y tu mezcolanza de aromas, idiomas, culturas y personas. Insaciable devota de tus calles bullentes de vida que no duermen nunca, de tus noches en blanco y de tus noches de música a tope hasta que retumba el cerebro. Insaciable devota de tus calles abarrotadas de mesas, sillas, cervezas, tapas, turistas y autóctonos que las pueblan zumbando y parloteando al ritmo que permite la gran ciudad.
           
Capital del pecado de la gula, me convierte en una insaciable devota del sabor de Madrid con mayúsculas: el café con leche del bar de siempre servido por el camarero de toda la vida; prototipo de camarero de camisa blanca, pantalón negro y algún que otro kilo de más. De los bocatas de calamares de la Plaza Mayor. De los churros con chocolate a horas más que intempestivas en San Ginés. De las napolitanas de chocolate de La mallorquina. De las aceitunas que te sirven de aperitivo. Del pincho de tortilla que, ocasionalmente, acompaña el café de media mañana. De las raciones de chopitos y de croquetas.
      Capital del pecado del orgullo, pues sus calles son en donde conocí la libertad de ser y ellas despertaron dicho sentir en mí.     
        Capital del pecado de la envidia, pues mucho se envidian sus habitantes entre sí, mucho envidian al mundo y muchos habitantes del mundo envidian a la ciudad.
        Capital del pecado de la pereza, pues el duro estío trae este pecado aparejado con cuarenta grados a la sombra y el asfalto semiderretido adhiriéndose a tus suelas.
       Capital del pecado de la ira, pues lo que algunos gobernantes hacen contigo, Madrid querido, clama al cielo. Capital del pecado de la ira también por ser objeto de las iras de nuestros compatriotas, al ser capital administrativa del Reino de España y sus desmanes económicos…

Y por último, capital del pecado de la soberbia, pues te yergues soberbia como todo buen españolito. Sin apenas nada, pero creyendo tenerlo casi todo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Septiembre

Septiembre con "S". 
Con ese de sangre, de sufrimiento, de soportar. De sol, de sudor, de "seguiré ahí". Con ese de salado, de sabor, de salario. 
Con "e" de esfuerzo, de emocionante, de emotivo. 
Con "pe" de patada, de prueba, de paz. 
Con "te" de trabajo, de tiempo, de tela. 
Con "i" de ilusión e ilusionante, de increíble, de incertidumbre. 
Con "e" de estudios, de emprendedor. 
Con "eme" de mierda, de martirio, de maravilla, de magia. 
Con "be" de borrachera, de bonito y batalla. 
Con "erre" de roca, de rachas y robos. 
Con "e" de EMPEÑO.



Pd. Estoy empezando a publicar mis propias fotos, ¡espero que me digáis que os parecen!

martes, 3 de septiembre de 2013

Don Juan

No más insatisfacciones.
           La soledad del Don Juan, el vacío interior y el vórtice espiritual. Los que atraen a mucha gente a su alrededor y cama se creen dioses... Pobres ilusos, pues sufren la peor condena de todas: la condena a la insatisfacción eterna. Nada les llena ni les basta, todo es vano y vacío, y sus semanas son solo sucesiones de días repletas de completos desconocidos en su cama. Compartiendo almohada con vaya usted a saber quién y un agujero negro retorciéndose sobre sí mismo en su pecho. Eterno vacío. Eterna insatisfacción y desazón por ello.


            Si lo hubieran probado, lo cambiarían todo. TODO por una pizca del amor del de verdad. El que hace que tiembles cuando piensas tan sólo en el hecho de ver a esa persona marcharse por una puerta... para no volver más. El que te hizo florecer aunque fuera efímeramente y luego te dejase marrón y arrugado. El que te dejó sin aliento la primera vez que oíste esas dos palabras que detienen el tiempo y el latir de los corazones.
             El que te hizo sentirte tan humano como se pueda ser y de cálido sentimiento te inundó.

martes, 30 de julio de 2013

La belleza está en el interior

          Te dicen continuamente que la belleza está en el interior. Que lo importante es que crezcas fuerte, sano y responsable como buenos adultos que se supone que deben ser. Te dicen eso mientras miran el último grito en dietas milagro o hablan de lo gordos que se están poniendo con una lata de cerveza o una copa de vino en la mano y un trozo de pan en la otra. 

«La belleza está en el interior», pero «¿dónde vas con esa facha? ¡Ni se te ocurra!» y «qué arrugas más feas, compraré una crema anti-aging, anti-manchas, rejuvenecedora-lifting over 9000». 

La belleza está en el interior, pero vigila qué comes para no engordar y dejar de ser bella (de acuerdo a los actuales "cánones"); no bebas por la misma razón y porque "no es de señoritas"; no duermas poco, que las ojeras te afean; no fumes, porque perjudica y te arruina los dientes (con lo que afea eso); cuida de que no te salgan manchas, que afean mucho. Y así ad infinitum.

Critican famosas, parientes, amigos... que han engordado, envejecido o sencillamente, se han afeado. Rara vez dirán que tienen un pensamiento o un cerebro "sucio" (ya sean ratas de alcantarilla), pero ese resto de comida entre los dientes queda ahí fijado en su memoria.

Te dicen «la belleza está en el interior», pero jamás intentarán embellecerte con buenos libros que hayan leído o con buenos saberes que hayan aprendido a lo largo de su experiencia vital. Te embellecerán con ropa bonita y maquillaje (si eres fémina). 

Fin de la historia.




miércoles, 12 de junio de 2013

Era una tarde de invierano.
El verano se resistía a llegar. Los rayos de sol regalaban calidez con su roce, pero a medida que caía la tarde, el aire frío que corría se encargaba de arrebatarte todo atisbo de calor, obligándote a arrebujarte en tu chaqueta.

Una azotea con pufs, con un escenario y unos cuantos "vips" repartidos por el lugar, pero no me importaban, ni eran más especiales que quien se sentada a mi vera. Una oportunidad única y exclusiva traída en bandeja de plata y servida con reverencias.
Una hora en otra parte del mundo. En una parte en la que las preocupaciones, problemas y desgracias no pueden alcanzarte. Una hora evadida a la negrura. Una hora queriendo buscar tus manos y tus labios, ocupados con una cámara y concentración respectivamente, y conteniéndose.

Una canción de amor en nuestra lengua nativa que suena a foránea en labios de una extranjera. Una cadencia líquida como la melaza. Una música que nos acoge en su seno y hace latir al unísono los corazones. Se desliza suavemente entre melodías y compases y yo me deslizo entre ellos buscándote desesperadamente. Necesito encontrar tus labios para desfogar mi corazón de tan grande es lo que siento. No cuido ya de miradas ajenas, pues en ese preciso instante necesito rozar tus labios, necesito que sepas que, pese a ser una de tantas canciones que desconozco, me ha llegado al corazón. Mejor dicho, que me has llegado al corazón.

Necesito ese instante para tenerlo grabado a fuego en mi memoria. Para que sea mi consuelo en mis momentos flacos. Para que sepas cuantísimo te quiero. Para tenerlo, siempre que pierda el norte, como brújula.
Encuentro tus labios de soslayo, tu frente apoyada en mi cuello y en ese preciso momento, noto que hemos escapado a la vida. Porque aquí no nos alcanza.



viernes, 3 de mayo de 2013

martes, 12 de marzo de 2013

Fraseos rápidos nº 4



                         La lógica apela a la cabeza y la poesía, al corazón... Lo cual no deja de ser lógico.

lunes, 11 de marzo de 2013

11 de marzo de 2004


Hoy es 11 de marzo.
Nueve años después seguimos sin saber qué mano negra accionó el detonador que llamaría a la muerte para segar más de dos centenares de vidas. Doscientas vidas arrancadas con violencia, grabando un mensaje de miedo en cada extremidad que quedó huérfana por amputación en el suelo. Un mensaje de odio y violencia que aún hoy rechina en la estación de Atocha y El Pozo cuando el tren pasa.
Un mensaje de odio y violencia injustificados, dirigido contra las abejas y no contra las abejas reina. Unas mochilas que cargaban con odio en vez de con cultura que lo mitigase. Unas mochilas que se llevaron por delante no solo a los pasajeros, sino a todas las familias y allegados también. Ese día no murieron doscientas personas. Murieron dos mil o tres mil contando con los que viven muertos aún hoy día.
Pero ese día también renacieron otros cientos o miles. Ese día renacieron todas los que llegaban tarde y perdieron ese tren que les convenía. Los que se tiraron el café del desayuno encima por andar adormilados, a los que se les olvidó algo y tuvieron que volver a por ello, a los que su mascota ese día les hizo pis en la alfombra o jugó con los mandos del garaje hasta que les agotó las pilas y no pudieron sacar el coche sin invertir el doble de tiempo.

Toda esa gente renació porque llegaron tarde y nunca llegaron. Parte de ellos viajaba con los pasajeros que estallaron en pedazos con el tren. Parte de ellos sentía que habían hecho un quiebro a la muerte. Habían ganado la lotería de la vida.

Ese 11 de marzo todo un país quedó a la escucha de la onda expansiva de terror. La ciudad de Madrid ofreció su carne y su sangre con voluntarios trabajando a base de sangre, sudor y lágrimas. Con carne que no volvería a ser la misma aunque ellos fueran vivos entre los muertos. Ofreció su sangre con donaciones de sangre.
Un esfuerzo demente por reparar lo irreparable.

Aún hoy solo queda una pregunta flotando como el fantasma de todos los ausentes. Una pregunta que recorre los andenes como un viento cálido y hace mirar con resquemor cualquier objeto perdido. Una pregunta que ha marcado una generación, una generación que ese fatídico día se olvidó de respirar mientras retransmitían a personas de mirada vidriosa y heridas múltiples, sentados, llorando, al lado de mantas reflectantes de las que asomaba un pie descalzo. 
Mientras retransmitían el dolor de una sola pregunta: ¿por qué?.