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jueves, 26 de mayo de 2011

Wet grass

Una sensación de irrealidad le aturdía, eso no podía estar pasando. Era ilógico, absurdo, grotesco...
Pero era.
Un tabique era lo único que físicamente les separaba, psicológicamente, quien sabe la distancia que habría. Llovía.
Tú llorabas apoyándote en el radiador.
Necesitaba aire, sentirse limpia; y se dirigió a la terraza, abrió la puerta y se quitó la ropa. Quería sentir la humedad en su piel, quería sentir que seguía viva, salir del aturdimiento.
Así pues, se arrodilló en el césped con los brazos en cruz y mirando al cielo, dejando que sus lágrimas se mezclasen con la lluvia y resbalasen por su cuerpo desnudo, trazando cada asimetría, cada pliegue.
Fumaba, y las exhalaciones convulsas por el llanto irritaban su garganta. Pero daba igual, nada era real.
Acabó tumbada de espaldas en el césped, inerme, vulnerable, débil.
El cigarro se había consumido tiempo ha cuando fue consciente de que tenía que entrar, ¡pero el frío húmedo la hacía sentirse tan viva...!

Con el pelo húmedo y el corazón aún desnudo entró a hacerle frente a lo que quiera que fuese, pero aprendió una cosa: No hay relación que no deprecie lo que en soledad se aprende.

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